Qué ricas y deliciosas son estas sopas. Si nunca antes te atreviste a comerlas, te recomiendo que lo haga cuanto antes, pues es un plato delicioso y no podrás creer lo suave que es.
Los ajos confitados de esta forma, te sorprenderán porque te sentirás con mucha energía y sin las incomodidades del olor y de los problemas de aceptación del ajo en tu estómago.
Este es un plato que siempre se utilizó por la gente más humilde del campo. Y hoy en día, desde el más humilde hasta el mejor posicionado, comen de él por su delicioso poder de convicción con el sabor y la suavidad con la que quedan los ajos.
Toda mi vida me negaba a comerla de niña. En casa siempre había una pequeña batalla cuando los mayores pedían esta sopa y los pequeños la rechazábamos pensando en que sería pesada y que no nos iba a gustar. Con los años aprendí que esta deliciosa sopa, tenía su por qué en aceptación de los adultos. Es sencillamente deliciosa.
Ingredientes:
2 cabezas de ajos
3 o 4 huevos, (1/2 por persona sería lo ideal pero puedes usar alguno más)
1 cucharada de pimentón dulce
1 barra de pan del día anterior y tostada
Sal
Aceite
Agua
Una guindilla cayena (al gusto, yo no la pongo entera porque no me gusta mucho el picante)
Para el caldo:
Un puerro
Una zanahoria
1 hueso de jamón o una punta de jamón serrano
Unas ramitas de perejil.
Comensales:
6
Tiempo:
1 hora aproximadamente
Dificultad:
Media
Preparación:
Hacer un caldo generoso con el puerro, la zanahoria, el jamón y las ramitas de perejil. Cocer durante unos 20 a 25 minutos.
Reservar el caldo.
El pan:
Pon la barra a tostar bien y que esté bien oscura. Este paso es fundamental para que las sopas adquieran un sabor y color determinado.
Cuando lo tengas así, filetea el pan en lonchitas finitas.
En la olla de barro:
Poner un buen chorro de aceite de oliva en la base y añadir los dientes pelados y sin partir. Enteros.
Ve dorando los ajos, y añade el pimentón e inmediatamente el pan tostado y dale vueltas hasta que el pan haya recogido todo el aceite y el pimentón que había.
Sigue moviendo el pan durante un par de minutos, cuidando de que no se te queme el pan.
Ahora añades el caldo hasta que lo cubra. Al darle las primeras vueltas, el pan seguirá absorbiendo el caldo, y deberás incorporar un poco más hasta que quede libre por encima del preparado como un par de dedos.
Añade la guindilla cayena, y la sal.
Dejar hervir aproximadamente unos 20 minutos en fuego suave.
Irás vigilando bien la sopa, y moviendo de cuando en cuando para que no se te pegue. La consistencia es la de una sopa con poco caldo y espesa, pero jugosa.
Los huevos:
Una vez que la sopa está terminada, cascar todos los huevos y echarlos sobre la sopa e inmediatamente moverlos y romperlos con las varillas, para que no queden hilos ni se cuajen, sino que se mezclen entre la sopa.
Te aseguro que esta sopa, que no tiene un aspecto visual muy atractivo, empezarás a amarla desde la primera cucharada, y aunque se vea fea, tendrá una chispa que no podrás resistir.
¡Espero que te guste mucho, porque la vas a repetir!